El Pediatra habla > Los probióticos para la salud del bebé

Los prebióticos, son aquellas sustancias presentes en alimentos que estimulan el crecimiento de especies específicas de bacterias del microbioma en el intestino.

Dic 4, 2019

En los últimos años han proliferado los estudios científicos donde se estudian los efectos y beneficios que pueden aportar los probióticos a la salud de niños y adultos. Cada vez se tiene más evidencia científica de la importancia que tiene la microbiota humana (microorganismos que conviven de forma temporal o permanentemente en los tejidos del cuerpo) a nivel metabólico, o como protección frente a microorganismos patógenos con la estimulación del sistema de defensa, entre los efectos más importantes.

Aunque hasta no hace mucho tiempo se pensaba que esa microbiota se empezaba a adquirir en el momento del nacimiento del bebé, ahora se sabe que ya en el feto, dentro del útero materno, se encuentran microorganismos en baja concentración. Después, en el momento del parto se produce una colonización progresiva que es muy importante para la maduración del sistema de defensa del bebé.

Con el objetivo de mantener ese microbioma humano, se ha estudiado el beneficio de la administración externa de microorganismos vivos en cantidades adecuadas para conseguir un beneficio sobre la salud del organismo. Es a estos microorganismos a los que se denominan probióticos. Existen además, los denominados prebióticos, que son aquellas sustancias presentes en alimentos que estimulan el crecimiento de especies específicas de bacterias del microbioma en el intestino. Igualmente se pueden encontrar productos que combinan ambos compuestos, prebióticos y probióticos llamados (denominados simbióticos).

¿Qué uso puede darse a los probióticos para que puedan beneficiar a los bebés?

En los sucesivos estudios que se llevan a cabo se establece la relación de cepas específicas de microorganismos con el posible beneficio que pueden aportar.

Algunos de estos beneficios, sobre los que existe mayor número de estudios, son aquellos que aportan a nivel gastrointestinal. Por ejemplo, se establece que pueden beneficiar a los bebés nacidos pretérmino para evitar el desarrollo de una patología tan grave como la enterocolitis necrotizante. Igualmente se ha encontrado una posible relación positiva para el tratamiento de los cólicos del lactante, disminuyendo  el dolor abdominal y con ello, el llanto de los bebés. Y es que la mayor fuente de probióticos para el bebé es la leche materna. Existen además fórmulas artificiales enriquecidas con probióticos realizadas con el objetivo de ayudar al bebé con lactancia artificial a conseguir una microbiota adecuada y beneficiosa para su salud.

Un uso muy extendido de los probióticos (como alguna cepa de Lactobacillus) es el que se realiza para el tratamiento de la gastroenteritis aguda en los bebés, disminuyendo el tiempo de la diarrea, el número o las características de las deposiciones. Además, se ha establecido su uso para la prevención de las gastroenteritis producidas por el tratamiento con antibióticos.

Por otro lado, otro de los beneficios más esperanzadores de su uso es que puedan favorecer  a aquellos niños que sean diagnosticados de una afección del intestino delgado con una clara base inmunológica como es la celiaquía. Se ha establecido como fundamental el hecho de que los bebés, tras el nacimiento, presenten una colonización adecuada de la microbiota gastrointestinal en las primeras etapas de la vida. Este hecho supone un desarrollo adecuado del sistema inmunitario o de defensa del organismo, que puede influir de forma decisiva en el desarrollo de una tolerancia apropiada de este sistema hacia determinados antígenos alimentarios (sustancias que pueden ser reconocidas por las defensas como dañinas para el cuerpo sin serlo). Actualmente se estudia qué tipos de bacterias de la microbiota pueden producir beneficios como tratamiento complementario a  la dieta sin glúten que deben llevar los niños celíacos. Por ejemplo, se ha visto que algunas de estas bacterias pueden ayudar a metabolizar partes del glúten que resultan tóxicas para estos pacientes, lo que puede producir una disminución de las alteraciones inflamatorias que se presentan en su intestino.

Todos los anteriores son algunos ejemplos de los beneficios que pueden llegar a aportar los probióticos como tratamiento complementario en patologías gastrointestinales. Sin embargo, también se han estudiado beneficios en otros órganos del cuerpo, por esa relación tan importante que presentan con el sistema de defensa del organismo.

Una de las patologías que también puede beneficiarse de sus efectos positivos es la dermatitis atópica, enfermedad dermatológica inflamatoria crónica con una alta prevalencia en los niños, debutando en un 60% en el primer año de vida. El uso complementario de los probióticos en su tratamiento (Lactobacillus), se ha relacionado con una mejora en la clasificación de la gravedad de presentación de esta enfermedad, llegando a establecer que la administración de probióticos a los bebés e incluso a mujeres embarazadas, puede reducir el riesgo de sensibilización atópica de los niños pequeños.

Por otro lado, se está investigando la relación de la microbiota y la obesidad ya que su alteración, puede dar lugar a mecanismos anómalos de equilibrio energético del organismo, provocando por ejemplo, un aumento del depósito de triglicéridos en las células grasas (adipocitos). Además, se han identificado alteraciones de la microbiota intestinal en pacientes obesos con dietas inadecuadas que predisponen a un aumento de la inflamación sistémica. 

 

¿Existe algún tipo de restricción para el uso de los probióticos en los niños?

Todos los compuestos usados como probióticos siguen unos controles estrictos para poder ser utilizados como tales. Aunque se trata de compuestos de microorganismos vivos aún así, el riesgo de infección producida por éstos, se ha estipulado como mínimo, incluso en pacientes con defensas bajas (inmunodeprimidos). De todas formas, sí existe una indicación clara de precaución en su uso en pacientes prematuros y determinados pacientes inmunodeprimidos. Lo adecuado es consultar siempre al pediatra y seguir su consejo.