Los niños, al igual que los adultos, se contagian al tener contacto con el virus a través de las vías respiratorias, aunque también puede producirse por contacto con las lesiones vesiculares (pequeñas ampollitas) que se producen en la piel de las personas infectadas.
¿Qué es la Varicela?
La varicela es una enfermedad infecciosa producida por el virus de la varicela-zoster, uno de los virus conocidos de la familia herpes virus, capaz de producir en una primera infección, los síntomas de la varicela.
A lo largo de la vida del paciente, en otra ocasión y debido a una disminución su inmunidad (defensas), el mismo virus puede desencadenar la aparición del denominado Herpes Zoster, coloquialmente conocido como “culebrilla”, por la extensión de las lesiones dérmicas que produce. Esta otra entidad puede desarrollarse porque después de la primera infección en la varicela, el virus queda acantonado o alojado en ganglios sensitivos del sistema nervioso.
Los niños, al igual que los adultos, se contagian al tener contacto con el virus a través de las vías respiratorias, aunque también puede producirse por contacto con las lesiones vesiculares (pequeñas ampollitas) que se producen en la piel de las personas infectadas. Todo enfermo que padezca la varicela puede contagiarla desde el inicio del estado prodrómico hasta que todas las lesiones están en fase de costra. También se describe el contagio a través de la placenta, dando lugar a la varicela congénita en el recién nacido.
Las épocas del año donde se producen epidemias son el inicio de la primavera y el otoño, apareciendo en un 90% de los casos en edad infantil, entre 1 y 14 años.
¿Cómo afecta la infección por Varicela a los niños?¿Cuáles son sus síntomas?
El cuadro clínico se divide en varias fases:
- Periodo de incubación: dura en torno a 14 – 16 días.
- Periodo prodrómico: dura 1- 2 días, puede pasar desapercibida o producir en el niño irritabilidad, malestar, fiebre, dolor de cabeza, o síntomas catarrales, entre otros.
- Periodo exantemático: dura de 3 – 5 días. aparece picor intenso, aparición del denominado exantema o pequeñas lesiones rojizas en la piel que evolucionan hacia vesículas transparentes. Estas últimas posteriormente se enturbian y se rompen dando lugar a la aparición de costras. Las primeras lesiones suelen aparecer en la cara y cuero cabelludo, extendiéndose poco a poco al tronco y extremidades. Las lesiones también pueden afectar a las mucosas (recubrimiento de cavidades como la boca, genitales, etc), así como a la conjuntiva de los ojos (parte blanca). Las palmas de las manos y las plantas de los pies quedan preservadas. Normalmente pueden aparecer tres brotes de lesiones dérmicas consecutivas, dando lugar a la coexistencia de lesiones en distintas fases de evolución. Además, todo este proceso puede ir acompañado de fiebre en los primeros días del inicio del brote.
- Periodo de declinación: dura aproximadamente una semana. En este periodo el niño presenta costras en las lesiones que al caer dejan una lesión de coloración clara u oscura y que puede mantenerse durante meses.
Dentro de las presentaciones de la varicela pueden aparecer variaciones clínicas como por ejemplo, el síndrome de varicela congénita o fetal que afecta a bebés cuyas madres han padecido la enfermedad en la primera mitad del embarazo. Este hecho conlleva a que el niño pueda presentar alteraciones cerebrales, oculares, genitourinarias, retraso del crecimiento, etc.
La varicela del recién nacido se presenta si la madre del bebé adquiere la infección antes de los 5 días previos al parto. Sin embargo, la varicela postnatal aparece si el bebé se contagia después de pasadas las primeras 48 horas del nacimiento.
Complicaciones
Aunque la varicela suele ser una enfermedad de curso benigno, los pacientes con factores de riesgo como inmunodeficiencias (defensas bajas), desnutrición, niños menores de 3 meses, etc. son más susceptibles a que puedan desarrollar complicaciones más graves como afectación respiratoria (neumonía), nerviosa (meningitis, meningoencefalitis, ataxia cerebelosa, etc.), hematológicas (púrpura postinfecciosa) u otras alteraciones como hepatitis, artritis, síndrome de Reye, etc.
¿Cómo se diagnostica?
El diagnóstico de la varicela es básicamente clínico, por observación de los síntomas y lesiones que presenta el niño. En las formas de afectación grave o atípicas se realiza una analítica de sangre para detectar los anticuerpos contra el virus (proteínas del sistema inmune que luchan contra él). También se puede detectar la presencia del virus con el análisis en laboratorio de muestras de material orgánico donde haya presencia del mismo (secreciones respiratorias, líquido contenido en las vesículas de la piel, etc.)
¿Cuál es su tratamiento?
En la mayoría de los casos en los que no hay complicaciones y no existe una inmunodeficiencia se aplican medidas para mejorar los síntomas: dieta blanda, evitar el picor con fármacos antihistamínicos u otras pomadas para aliviarlo, baños con jabón de avena, desinfección de las lesiones con antisépticos, analgésicos como el paracetamol para el control del malestar y la fiebre (evitando el ácido acetil salicílico ya que puede desencadenar el Síndrome de Reye). Además, si las lesiones dérmicas se sobreinfectan por bacterias, en ocasiones es preciso usar antibióticos.
El pediatra indicará a los cuidadores el reposo del niño en el domicilio pudiendo volver al colegio o escuela infantil cuando las costras se hayan caído, el niño esté sin fiebre y con buen estado general.
Los niños menores de 3 meses habitualmente ingresan en el hospital para seguir su evolución. En los pacientes con factores de riesgo, afectación de las defensas, padecimiento de varicela neonatal o con complicaciones como meningitis, neumonía, etc., se utilizan fármacos antivíricos (Aciclovir) administrados a ser posible en las primeras 24 horas tras el inicio de las lesiones de la piel con control hospitalario, administrado por vía intravenosa o por vía oral según el estado de salud del niño y su edad.
¿Se puede prevenir?
La medida más eficaz de prevención es la vacunación. Se trata de una vacuna de virus atenuados de la varicela-zoster (contienen el virus completo, pero con menos virulencia) que se administra mediante inyección subcutánea en niños mayores de 12 meses. En concreto, en los niños se recomiendan dos dosis: la primera entre los 12 y los 15 meses y una segunda administración entre los 4 y los 6 años.
En algunos casos se precisa una prevención o profilaxis postexposición, que se puede realizar con una vacunación, si se administra en el plazo de 3 días desde dicha exposición, o según las patologías y situación del paciente (bebés prematuros, inmunodeprimidos, recién nacidos cuyas madres han padecido la enfermedad entre los 5 días previos al parto, etc.), se les administra gammaglobulinas antivaricela-zoster (anticuerpos, es decir, proteínas del sistema de defensa) en las primeras 72 horas tras la exposición.
Otra medida fundamental de prevención es el aislamiento de la personas que padecen la enfermedad, evitando el contacto directo con las secreciones respiratorias y las lesiones dérmicas, así como la higiene general de los pacientes y sus cuidadores.