Durante la temporada estival es importante que los padres tengan en cuenta una serie de cuidados para sus hijos que puedan prevenir circunstancias indeseadas y a la vez, ampliar la comodidad, el cuidado y el goce de todos aquellos momentos que pasan junto a sus bebés en verano.
La temporada estival es una época del año que permite realizar unos cambios de hábitos y un aumento del disfrute del tiempo en familia. Durante estos meses del año, hay una serie de consejos que todos los padres pueden tener en cuenta para poder prevenir circunstancias indeseadas y a la vez, ampliar la comodidad, el cuidado y el goce de todos aquellos momentos que pasan junto a sus bebés.
Protección del sol y el calor
Aunque la protección de la piel contra los efectos perjudiciales que pueden producir los rayos ultravioletas del sol se debe tener en cuenta durante todo el año, es en la temporada veraniega cuando los niños pueden estar aún más expuestos a sus efectos. Hay que tener en cuenta que la arena, el asfalto…, Actúan de reflejo de esos rayos entre un 10 y un 25 % y pueden potenciar sus efectos nocivos. Los niños pequeños y, sobre todo, los menores de 3 años son los más sensibles a la posible acción negativa de la exposición prolongada al sol. Para evitar desde la más temprana edad, el daño cutáneo que pueden producir los rayos ultravioleta A o B a lo largo de la vida (cáncer de piel, fotoenvejecimiento, quemaduras, urticaria solar, etc.) y también en los ojos, es muy importante tener claras las medidas recomendadas para ello.
En los bebés menores de 6 meses, no está indicado el uso de cremas con factor de protección solar (con filtros químicos, físicos o mixtos), por la sensibilidad que presenta la piel en estos meses iniciales de la vida. Para poder proteger a estos bebes del sol, se recomienda no exponerlos y protegerlos siempre con medidas físicas como sombrillas, gorros, ropa, etc. Sólo si el bebé de esta edad de forma irremediable va a tener que estar expuesto durante un largo periodo de tiempo al sol, además de todas estas medidas, se puede utilizar una crema de protección solar en pequeñas cantidades y en las zonas más expuestas y de menor extensión como la cara.
A partir de los 6 meses, son válidos los consejos anteriormente referidos en cuanto a la protección de los bebés con medidas físicas y minimizar el tiempo de exposición al sol, evitando sobre todo las horas en las que más incidencia de las radiaciones solares hay (desde las 11 de la mañana hasta las de las 17 horas de la tarde). Si el bebé va a estar expuesto al sol, hasta los 3 años y sobre todo en los menores de 1 año, se recomienda el uso de crema de protección solar con filtros físicos (minerales) con al menos, un factor de protección 30 siendo recomendable el factor 50. Se debe aplicar la crema al menos 15 minutos antes de la exposición al sol y no olvidar su aplicación cada dos horas y tras cada baño, incluso con aquellas cremas resistentes al agua. Además, es recomendable en playas, piscinas, ríos etc, mantener al los niños siempre bajo una sombra el mayor tiempo posible y no olvidarse del uso de gorros, sombreros y gafas de sol con protección UV, e incluso el uso de la ropa en los periodos en los que no se vaya a bañar al niño.
Igualmente, es importante tener en cuenta que los bebés son muy sensibles al aumento de temperatura ya que los mecanismos de regulación corporal de la misma en los recién nacidos, han de terminar de desarrollarse. Por este motivo, los bebés están más expuestos a padecer deshidratación y a poder sufrir golpes de calor con mayor frecuencia. Este hecho no se debe olvidar a la hora de exponerlos a altas temperaturas, evitando siempre situaciones de riesgo como mantener a los niños en un vehículo sin ventilación. También es importante que en los capazos, cochecitos y carritos de los bebés se favorezca la entrada de aire y ventilación, evitando cubrirlos con telas añadidas a las capotas de los cochecitos que pueden crear un aumento de temperatura en el interior del mismo. Además, es importante que en la vestimenta se utilicen ropas de algodón o lino confortables y claras.
Hidratación y alimentación
En los primeros meses de vida, el bebé lactante toma todos los nutrientes que necesita de la leche materna o con la lactancia artificial. Esta alimentación a demanda asegura la correcta nutrición e hidratación, no siendo preciso el aporte extra de agua. A partir de la introducción de la alimentación complementaria y sólida, de forma progresiva se debe ofrecer al bebé la toma de agua, procurando ser más vigilantes durante el verano para evitar la deshidratación ya que su menor contenido corporal hídrico, les hace más sensibles a ella. Es el agua, junto con la leche y el líquido que los propios alimentos contienen, la fuente principal de hidratación del bebé según su edad, no debiendo darle otro tipo de bebidas para tal fin.
La alimentación introducida de forma establecida según la edad del niño, debe ser siempre variada y saludable, siendo recomendable siempre el mayor aporte de frutas y verduras, con platos apetecibles y frescos que ayuden a soportar también a los más pequeños los días más calurosos. Es importante además, tener en cuenta las medidas de conservación adecuada de los alimentos en estas épocas de altas temperaturas, para evitar toxiinfecciones alimentarias.
Viajes
Existen unas precauciones básicas cuando se viaja con bebés. En primer lugar, es fundamental el uso de sillas homologadas para los viajes en coche adaptadas según la edad y el peso (grupo O, O+, I, II, etc), y siempre que sea posible, en posición contramarcha.
Cuando se inician los viajes, es recomendable realizar previamente una previsión de posibles lugares de parada para realizar descansos, necesarios tanto para los padres o cuidadores como para el propio niño, y así poder ofrecerle la alimentación e hidratación adecuada, el cambio de pañal si es preciso y un cambio postural (sacarle de la silla, etc), que le ayude también a relajarse y descansar.
Siempre ha de llevarse la documentación básica, como la tarjeta sanitaria, la cartilla de salud con la vacunación realizada, el DNI (si se le ha realizado al bebé) y si se viaja al extranjero igualmente, no olvidar cuando se precise, el pasaporte o la tarjeta sanitaria europea, por ejemplo.
Siempre se deben llevar si el niño padece alguna enfermedad, todos aquellos informes médicos donde se especifique el diagnóstico y los posibles tratamientos que necesita. Igualmente, nunca hay que olvidar la medicación crónica que precise tomar el bebé y otros útiles de higiene como pañales, cremas protectoras o hidratantes, toallitas y otros materiales de aseo específicos para bebés.
Vacunas
Los niños deben seguir la vacunación establecida por el calendario de vacunación indicado en los sistemas públicos de salud. Si el bebé va a viajar al extranjero, es conveniente que sea valorado unas semanas antes del viaje por su pediatra, quien según su estado de vacunación y edad del niño, así como el lugar de destino y lo posibles riesgos de adquirir enfermedades prevenibles. Podrá indicar si es preciso, una vacunación adicional o adelantada, teniendo en cuenta las exigencias del Reglamento de Sanidad Exterior o las propias del país de destino. Así mismo, el médico informará a los padres, si es preciso acudir al centro de vacunación internacional para vacunaciones más específicas.
Procesos patológicos relacionados
Durante el verano pueden aparecer de forma más frecuente algunas patologías relacionadas con el ambiente en el que los niños pueden estar expuestos. Así, es relativamente habitual que puedan aparecer lesiones dérmicas producidas por picaduras de insectos (mosquitos etc.), que pueden prevenirse con el uso de mosquiteras, repelentes de mosquitos en loción o eléctricos (según la edad del niño), uso de ropa clara, etc. También, pueden aparecer reacciones en la piel relacionadas con la humedad y el calor, sobre todo en las zonas de las flexuras del cuerpo (eccemas, dermatitis del pañal, etc). Para evitar su aparición, es aconsejable un baño diario del bebé, uso de tejidos transpirables, cambio frecuente de la ropa si el niño suda mucho, o del pañal, intentando mantener la piel seca en todo momento.
Otras patologías que pueden aparecer con mayor incidencia en esta época, son las toxiinfecciones alimentarias por contaminación de alimentos con inadecuada conservación, por gérmenes, lo que produce la aparición de gastroenteritis agudas con vómitos, fiebre, diarrea, etc. Es fundamental por ello, vigilar la conservación de los alimentos y mantener una adecuada higiene para prevenir estos episodios.
Además, el ambiente húmedo, el agua, el calor, el contacto con piscinas… Favorece la aparición de infecciones como las otitis externas, u otras infecciones de vías respiratorias altas. Evitar en lo posible el contacto directo con personas enfermas, mantener las medidas de higiene como el lavado frecuente de las manos, evitar los cambios bruscos de temperatura (aires acondicionados, etc), realizar un secado exhaustivo de la piel de los bebés cuando se bañan, no mantener ropas o bañadores húmedos, etc, son medidas que pueden contribuir a prevenir este tipo de patologías.
Accidentes
Los accidentes en la infancia son causas comunes de lesiones y muertes evitables y es la temporada estival, donde se producen uno de cada cuatro accidentes infantiles.
Los ahogamientos son en la primera infancia, acontecimientos desgraciadamente comunes cada año en las piscinas y playas de todo el mundo en verano, pudiendo ser, en un alto porcentaje, evitables con medidas básicas de vigilancia. Para que un bebé se ahogue no es preciso que el nivel de agua en el que queda sumergido sea muy profundo, y en pocos minutos, la vida de los pequeños corre peligro. Es aconsejable que los bebés menores de 6 meses no se bañen en piscinas y playas por la inmadurez de su sistema inmunitario, la sensibilidad de su piel a productos como el cloro, etc. Los padres deben tener especial precaución con aquellos bebés que ya gatean o inician la deambulación en este tipo de espacios, sobre todo en aquellos domicilios donde disfruten de instalaciones de piscina con acceso fácil y próximo.
Otro de los peligros que pueden existir para aquellos bebés que inician el gateo y la deambulación, son las ventanas, los balcones y terrazas abiertas sin rejas u otros mecanismos de protección. La curiosidad innata de los niños y el estímulo por descubrir el mundo, les lleva a explorar e intentar retos que en ocasiones, sus cuidadores no creen que van a ser capaces de realizar. Subir a una mesa, silla, o banqueta cercana y “asomarse” para descubrir qué es los que pueden ver, les puede llevar a situaciones de riesgo que en segundos se convierten igualmente en grandes tragedias.
Por otra parte, el verano es un periodo donde los desplazamientos en vehículos se incrementan y es fundamental a la hora de transportar en ellos a los bebés como hemos dicho, hacerlo en las sillas de coche correctamente homologadas, adaptadas a la edad y peso del bebé y colocadas mejor a contramarcha, de tal forma que se minimice el posible impacto de alta energía en el cuerpo del bebé si se produce un accidente de tráfico.
Juegos
Las actividades al aire libre siempre se pueden aprovechar durante el verano para estimular la psicomotricidad del niño. Teniendo en cuenta todos los consejos anteriormente referidos en cuanto protección de los rayos ultravioletas, hidratación, vigilancia, etc. Los ejercicios y juegos libres en los bebés son fundamentales para su adecuado desarrollo. Aprovechar ambientes en los que los niños puedan experimentar con distintas texturas: andar descalzos sobre la arena, la hierba, por ejemplo, estimula el sistema propioceptivo de su sistema nervioso, su sistema locomotor, la visión y atención, etc. Poder gatear en amplios espacios, dar sus primeros pasos, mantener un estímulo en los juegos próximos de hermanos y otros niños, son actividades que se pueden realizar con los más pequeños en el verano, siendo motivo de disfrute para ellos y toda la familia.