La otitis se define como una inflamación, aguda o recurrente, del oído.
¿Qué es la otitis?
La otitis se define como una inflamación, aguda o recurrente, del oído. Según las características de esa inflamación, su desarrollo, sintomatología, la localización y el microorganismo que lo produce, se pueden distinguir distintos tipos:
- Otitis externas: son aquellas en las que se afecta el canal auditivo externo.
- Otitis medias: en las que hay una afectación del oído medio (de las estructuras situadas detrás del tímpano). Estas, a su vez, se pueden dividir según su presentación como:
- Otitis media aguda, en la que aparecen síntomas de forma brusca y muy florida. Pueden manifestarse de forma puntual y esporádica, persistir teniendo recaídas muy próximas en el tiempo, o repetidas a lo largo de meses.
- Otitis media serosa o exudativa, en las que no aparecen síntomas, o son más leves y su evolución es más crónica (dura más tiempo).
Es la otitis media aguda, una de las enfermedades más frecuentes que padecen los más pequeños, presentándose en un 60% de los niños antes de culmplir su primer año y hasta en el 90% en el transcurso de los cinco primeros años de vida.
Por este motivo es interesante que los padres y cuidadores de los bebés puedan familiarizarse con la forma de presentación de estas patologías, ya que su mayor incidencia se da en los bebés de 6 a 12 meses, época en la que los niños no pueden transmitir claramente dónde les duele y qué síntomas notan.
¿Qué lo produce?
Las otitis son infecciones que pueden producir distintos microorganismos:
Las otitis externas se relacionan con un aumento de la humedad en el conducto auditivo externo ocasionado por ejemplo, por frecuentes baños en piscinas, playas, etc, apareciendo por ello, más frecuentemente en verano. También puede presentarse como sobreinfección de alguna lesión o erosión de la mucosa o recubrimiento de este conducto.
Dentro de los microorganismos que más habitualmente participan en la producción de esta infección destacan bacterias, como la Pseudomona aeruginosa, seguida del Estafilococo aureus. Otros de los patógenos que pueden producir estas infecciones son los hongos, como la Candida albicans, Aspergillus niger, etc.
En el caso de la otitis media aguda los microorganismos que más habitualmente producen esta infección son bacterias, como el Estreptococo penumoniae, Haemophilus influenzae o la Moraxella catarrhalis. Los virus son microorganismos que favorecen la aparición de otitis media debido a la producción de infecciones respiratorias que secundariamente, derivan en la aparición de una otitis por el acúmulo de mucosidad que provocan y que llega a afectar al oído. Es más controvertido su relación directa en la producción de la infección..
Se establece que existen factores predisponentes que favorecen la aparición de las otitis medias en los niños, como son la asistencia a guarderías, tener menos de dos años, ser varón, tener antecedentes familiares del padecimiento de otitis media aguda (padres, hermanos), o estar expuestos al humo del tabaco, por ejemplo.
¿Cuáles son sus síntomas?
Los dos síntomas principales para sospechar que el niño padece una posible otitis son el dolor en el oído y la presencia de secreción en el mismo (otorrea).
En el caso de las otitis externas es frecuente que el niño pueda sentir picor en el conducto auditivo y un dolor intenso que se reproduce de forma muy aguda cuando se toca o tracciona la oreja (pabellón auditivo) o se presiona el “saliente” cartilaginoso situado en la región media y anterior de la oreja (presión en el trago o signo de trago positivo). Puede aparecer, además, una secreción purulenta.
La otitis media aguda se manifiesta como un dolor en el oído de presentación brusca, muchas veces de aparición nocturna o tras un periodo largo de sueño del niño, produciéndole mucha irritabilidad al despertar, un llanto desconsolado, acompañado de fiebre y en ocasiones vómitos y diarrea. Los bebés habitualmente rechazan la toma de la lactancia por el dolor que les provoca la succión.
Estos episodios muy habitualmente se presentan con el antecedente de que el bebé ha tenido un catarro de vías altas con mucha mucosidad nasal. La comunicación de la nariz con la trompa de Eustaquio (estructura anatómica en forma de tubo que va desde la región nasal al oído), favorece el desarrollo de la infección, ya que el moco se acumula ahí y aparece una sobreinfección bacteriana.
Hay veces que la presión que ejerce la mucosidad es tal que, finalmente, la membrana timpánica sufre una ruptura o perforación, saliendo ese moco purulento hacia el conducto auditivo externo. En ese momento el niño suele notar una mejora del dolor por disminución de la presión, aunque la audición empeora. Los padres pueden ver en muchos casos cómo las sábanas de la cuna o cama están manchadas.
En ocasiones se produce un acúmulo de mucosidad y obstrucción de esta trompa de Eustaquio de forma más persistente tras un proceso catarral, por otitis medias agudas repetidas o por un aumento de las llamadas “vegetaciones” (adenoides). En esos casos el niño no presenta dolor pero sí puede tener una disminución de la audición, que en el caso de los bebés, en ocasiones no es percibida por los padres. Se habla entonces de otitis media serosa u otitis media con exudado o subaguda.
Este tipo de alteraciones en los primeros años de vida a la larga, pueden ser causa de posibles retrasos y alteraciones en el lenguaje.
¿Cómo es el diagnóstico?
El diagnóstico de la otitis es básicamente clínico, es decir, el pediatra por los síntomas que presenta el niño, los antecedentes previos y la exploración física que le realiza, puede ver la presencia de esta patología auditiva.
De forma general en la exploración el médico observará en el caso de la otitis externa, como el conducto auditivo externo del niño se presenta inflamado, con edema, enrojecido. El niño puede mostrar señales de mucho dolor cuando el pediatra introduce el otoscopio para explorarlo (aparato de diagnóstico para la visualización del interior del conducto auditivo y el tímpano, que tiene un mango y un extremo con forma de cono acompañado de una luz para facilitar la visualización).
Puede apreciar la presencia de secreción y confirmar que en este caso, el tímpano permanece normal. Además, como hemos explicado antes, el médico comprueba que al apretar la zona de la oreja llamada trago, el niño presenta un aumento de dolor.
En el caso de la otitis media aguda, en la otoscopia el conducto auditivo externo en este caso se presenta prácticamente normal y es el tímpano el que aparece rojo, abombado y sin brillo. Puede observar el médico si ha habido una perforación del mismo y la presencia de secreción blanquecina purulenta en el conducto.
En las otitis exudativas o serosas el doctor lo que ve en la exploración con el otoscopio es la sospecha de secreción tras el tímpano, puede observar burbujas posteriores y la membrana timpánica deslustrada.
¿Cuál es el tratamiento?
El tratamiento de la otitis externa es tópico, es decir, con la aplicación de antibióticos en gotas directamente en el oído ( ciprofloxacino, gentamicina, etc), o antifúngicos, en el caso de que sea producida por un hongo. Además, se aconseja la aplicación de calor seco local y evitar en lo posible la humedad (que no entre agua en el oído).
La otitis media aguda puede tratarse con antibióticos tomados por vía oral (amoxicilina-ácido clavulánico, cefuroxima-axetilo, azitromicina…), siendo lo más habitual en lo bebés, o aplicados de forma tópica en gotas (ciprofloxacino, etc). Igualmente, la aplicación de calor seco local puede aliviar el dolor.
En todo caso el médico es el único que puede indicar de forma adecuada si el niño precisa tomar o no antibiótico y qué pauta es la más apropiada.
Acompañando al tratamiento específico de la causa de la infección, el pediatra suele añadir un tratamiento analgésico – antiinflamatorio (paracetamol, ibuprofeno…).
Otros tratamientos, que pueden estar indicados según los factores de riesgo que precipitan la aparición de la otitis y su evolución, son por ejemplo, los drenajes transtimpánicos en caso de otitis crónicas, (poner unos tubitos en la membrana timpánica para que drene la mucosidad y no se acumule), o también la extirpación de las “vegetaciones” (adenoidectomía), etc.
Los padres y cuidadores deben estar atentos y si una vez pautado el tratamiento por el pediatra, los síntomas no mejoran considerablemente en los primeros 3 – 4 días (persiste dolor agudo intenso, fiebre alta, etc), consultar de nuevo al médico para que pueda descartar posibles complicaciones.
Prevención
En cuanto a la prevención de las otitis externas, como hemos dicho, uno de los factores favorecedores de que aparezcan es la humedad mantenida. Por ese motivo es importante intentar que en los periodos en los que los niños más se bañan (en el verano en las piscinas, etc), tanto a bebés como a niños mayores, puedan usar gorros de baño y secarles bien las orejas y, con mucho cuidado, la entrada del conducto auditivo externo (por ejemplo, con la puntita de una toalla).
No es aconsejable el uso de bastoncillos para tal fin o para limpiarles el oído, porque puede ser motivo de daño en el tímpano, lesiones en la mucosa del conducto auditivo externo que las bacterias aprovechan para producir una infección, o podemos empujar el cerumen hacia el fondo del conducto, favoreciendo su impactación y formación de tapones.
En las otitis medias, se aconseja hacer lavados nasales sin presión en el caso de que el niño presente catarros con muchos mocos, con la intención de “arrastrar” ese moco y que no se vaya hacia el oído. Es bueno también que en esos episodios los niños siempre estén bien hidratados, para que el moco sea más fluido y más fácil de eliminar.
La vacunación antineumocócia incluida en el calendario vacunal infantil, ha favorecido que la incidencia de las otitis producidas por aquellos agentes contra los que se vacuna, hayan descendido.
En los bebés, como en otro tipo de patologías, se ha visto la relación positiva de protección de la lactancia materna para el estímulo de las defensas naturales del niño, sobre todo en los primeros 6 meses de vida. En los casos en los que esta no sea posible y se deba realizar una lactancia artificial o mixta, es aconsejable utilizar fórmulas completas y adaptadas a la edad del bebé, que pueden estar enriquecidas con prebióticos para favorecer el desarrollo de las defensas del niño, aportando los nutrientes que precisa.